jueves, 29 de enero de 2009

PABLO NERUDA

El 12 de agosto de 1952, Neruda regresa a Santiago, donde es recibido con un gran acto público. Publica Los versos del capitán y en 1954 Las uvas y el viento y Odas elementales. En 1953 recibe el Premio Stalin de la Paz. En 1955 se separa de su esposa Delia, y comienza a vivir con Matilde Urrutia. En 1958 aparece Estravagario con un nuevo cambio en su poesía. En 1965 se le otorga el título de doctor honoris causa en la Universidad de Oxford, Gran Bretaña.
En 1969 es nombrado “Miembro honorario” de la Academia Chilena de la Lengua. Ese año, durante la campaña para la Elección presidencial de Chile (1970), el Partido Comunista lo elige como pre-candidato, pero renuncia en favor de Salvador Allende como candidato único de la Unidad Popular, que triunfa en las elecciones de 1970. El gobierno de la Unidad Popular lo designa Embajador en Francia.
POEMA DE PABLO NERUDA: AMOR AMÉRICA
Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales;
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles;
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla;
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecida,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.

No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura,
y se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre,
o tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.

Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
Quién
me espera Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas,
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.

Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.


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