El conflicto entre conservadores y liberales se cerró en falso cuando el liberal Moncada accedió a firmar en Tipitapa el llamado "pacto del Espino Negro". En este pacto se aceptaba la presidencia de Adolfo Díaz, y se repartían distintas prebendas a los jefes rebeldes. Todos los generales y caudillos liberales aceptaron el trato, excepto Augusto César Sandino. Comenzaba así un largo periodo en la historia de Nicaragua en el cual la familia Somoza se convertiría en la dinastía que explotó y gobernó el país casi sin ningún escrúpulo. En 1962 Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una organización armada que pretendía acabar con la dictadura de la familia Somoza. Los inicios de la lucha del Frente Sandinista estuvieron plagados de dificultades, pero poco a poco fue logrando implantación, sobretodo entre jóvenes estudiantes de la Universidad y obreros. Con el triunfo de la revolución comenzaba un nuevo período lleno de ilusión pero también de dificultades. El país había quedado destrozado por la guerra, las víctimas habían sido muy numerosas y los Estados Unidos mostraban una actitud recelosa ante las nuevas autoridades nicaragüenses. Se formó una junta de 5 miembros para administrar el país y Daniel Ortega, un comandante sandinista, fue nombrado coordinador. Se anuló la constitución somocista y se inició la obra de reconstrucción del país. Se llevó a cabo una intensa campaña de alfabetización, se nacionalizaron las tierras y propiedades de la familia Somoza y de sus más importantes colaboradores, aunque se respetaron otras propiedades y empresas. El proyecto sandinista no pasaba por el reparto indiscriminado de tierras a los campesinos, sino por el agrupamiento de éstos en cooperativas de trabajadores.Una parte importante de la Guardia Nacional se refugió en Honduras y Costa Rica y, ayudada y financiada por Estados Unidos, inició una guerra contra el régimen sandinista. Se formaron numerosos comités de solidaridad con Nicaragua y los gobiernos europeos desarrollaron importantes proyectos de colaboración con el pequeño país que pugnaba por salir de su atraso. La guerra dificultaba las comunicaciones, consumía recursos ingentes y ocasionaba una gran escasez en el país. El gobierno de Estados Unidos fue condenado por el Tribunal Internacional de la Haya y requerido, sin éxito, para que cesase en su guerra de agresión contra Nicaragua. En 1984 los sandinistas vencieron en unas elecciones supervisadas atentamente por observadores internacionales y Daniel Ortega fue elegido presidente. La guerra de agresión continuó y en 1985 los Estados Unidos decretaron un embargo comercial contra Nicaragua. También se descubrió el pago de armas con cocaína y el desvío de armamento supuestamente destinado a otros países hacia la "contra" nicaragüense. Para financiar la guerra, el gobierno sandinista recurrió a la devaluación de la moneda, lo que provocó una espiral inflacionista sin precedentes. Los precios subían día a día y la escasez aumentaba, mientras el país dedicaba a veces hasta la mitad de su presupuesto a la guerra.
La intervención de otros países, en el marco de unos acuerdos de paz globales para la región se tradujo en la celebración de nuevas elecciones en 1990 que fueron ganadas por una coalición derechista, la UNO.
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